S’ha finitto le tutti (se terminó todo)

 

A Toni.

A veces pienso (por cruel que suene) que me hubiese gustado no haberte conocido, pues así, la noticia no hubiese llegado y, con ella, mi pena. Sé que es un razonamiento estúpido, pero, más estúpido, injusto, doloroso y atrevido es que te hayas ido. Sea quien sea el que decide eso, me vas a permitir, es, como mínimo, estúpido. O estúpida. Y un grandísimo hijo de su madre. Si bien el lector estará pensando que vaya una manera más bruta, poco acertada y grotesca de comenzar una elegía, sepa éste que define con exactitud milimétrica lo que siento. Y, además, esto es entre la vida, Toni y yo. Y hay confianza.

Actualmente se cae en el error de hacer ‘bueno’ al que muere, sin más. Flaco favor, porque los que de verdad tienen la bondad como identidad y bandera, nada les beneficia, como es en tu caso. «S’ha finitto le tutti», les decías con tu batín de lord a los niñatos que en el hotel de Nueva York nos molestaban, intentando infundir respeto señorial mientras nosotros reíamos a carcajadas… Ya creo que «s’ha finitto le tutti»… Y ahora seguramente seas tú el que merecidamente rías… Pero a quien esté detrás de este «finitto», repito, no se lo perdono.

Hoy llueve. Truena. A una intensidad brutal. Supongo que esa fuerza natural ha desatado del todo la rabia y el dolor de tu pérdida en mi interior y me hace escribir estas letras. El día que te marchaste también llovía, de hecho lo hizo durante varios días más. Últimamente lo hace más de lo habitual. Amigo mío, el cielo también llora la pérdida de personas que hacen de este mundo un lugar mejor. Aunque sea difícil y duro ser así y, a veces, no te hayan dejado serlo. Eso te hace valiente y único pues lo fácil es unirse a la tendencia de la maldad como modo de vida, casi como una obligación de la que uno no puede escapar: o sobrevives a costa del mal al prójimo o tú pagas las consecuencias. No cediste a ese chantaje vital y silenciosamente, sin montar escándalo alguno, humildemente y con tranquilidad. Como uno más. Pues no, no lo fuiste, y no lo serás jamás.

Lo siento pero, tras meditarlo, me niego a despedirme de ti. Eso conllevaría que ya no estás y eso es caer, nuevamente, en un error. Estás en el recuerdo de los momentos vividos, en lo que dejas, en el pensamiento de muchos, en los paisajes de tu tierra, en tu bicicleta, en fotografías, vídeos, regalos… En tu pequeña, tu mayor creación, me atrevo a decir que el amor de tu vida.

Fuerza y honor como los gladiadores. Hasta en esto de tener que aprender a vivir sin los que valen la pena.

 

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